Pantalla chica
Por Pablo Gomez Saenz Ribot
Habíamos comentado que la llamada pantalla chica nació para tomar la estafeta en la creación de contenidos de ficción heredados del cine nacional de la época dorada, y de alguna manera también de la radionovela. Estas dos formas narrativas tenían un éxito extraordinario durate aquellos años, los 40s, 50s y 60s. Eran pilares en el consumo de cultura popular y artística.
Daba la impresión de que la televisión aprovecharía aquella maquinaria que había generado un cúmulo muy importante de títulos y de personajes.
Había una importante tradición de guionistas, escenógrafos, fotógrafos, productores y directores.
Sin embargo algo pasó en ese tránsito.
La televisión estaba naciendo con su propia naturaleza; sus propios motivos y por supuesto acompañada de sus correspondientes narrativas de ficción, de noticias, de espectáculos y del espacio deportivo popular. La television apareció casi de manera simultanea con estos cuatro espacios de contenido.
En muchos sentidos la televisión se fue convirtiendo en un inmenso manto, que cubría a la población. Empezó su avance desde la zonas urbanas, y con canales tanto de cobertura nacional como las estaciones locales. La red se fue haciendo mayor y más compleja. Llegó también a la mayoría de la población rural.
Y por supuesto, como un vehículo de ejercicio del poder. La television fue moldeando gustos y conciencias; se fue convirtiendo en una influecia cada vez mayor en la difusión y consumo de gustos musicales, de opiniones politícas, de ética y moral. Y más, en un taladro en la percepción, la reflexión y el entendimiento del mundo.
Aquella estafeta que debía pasar de una mano a otra se perdió en el camino.
En efecto, la creación de contenidos y de personajes nació maltrecha. Por supuesto que el cine y la televisión son muy diferentes, tienen naturaleza diferente, pero había una descendencia y una sucesión que bien pudo haberla nutrido; es más, que debió hacerlo.
Por los intereses comerciales que la condicionaban, la ficción tuvo su inicio pagando deudas, sujeta a intereses de terceros, supeditada a voces y directrices mucho más cercanas a la dinámica del mercado que a aquellos empujes creativos y llenos de propuestas que habían movido al cine.
La televisión vivió así una época de gran bonanza. Las dos grandes televisoras generaron contenido, espectáculo y poder de opinión política de una forma desbordada. Se fueron convirtiendo en empresas referentes de éxito y ganacia.
Había algo que las condicionaba prácticamente del todo; habían nacido y crecido con una inyección de combustible fundamental: la venta de tiempo en sus pantallas: la oferta abierta a cualquier empresa, comercio, partido politico y figura pública, musical y deportiva que generara un perfecto y ventajoso esquema en la obtención de ganancias y poder. El objetivo era estar unos segundos en la pantalla de televisión de millones de hogares.
Y el espectador, pasivo y sujeto. Si, tenía su propio criterio y podía descernir y juzgar lo que veía y oía a través de las pantallas. Pero la imagen y sonido están ahí, presents.
Este inmenso poderío duraría 50 años más o menos. De pronto llegaria el internet y con él, los sitio de producción y exhibición vía “streaming”. En la siguiente entrega veremos algo de eso.