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sábado, noviembre 23, 2024

El voluntarismo catastrófico de López Obrador

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Por Jesús Ortega Martínez.

El presidente López Obrador, en la conferencia de prensa del día de hoy, 24 de marzo, reafirmó su actitud optimista acerca de los efectos de la pandemia en nuestro país. Este comportamiento voluntarista es recurrente no solo en las conferencias mañaneras sino en toda ocasión en que tiene posibilidad de dirigirse a un público, aunque su desmedido optimismo no lo sostenga en datos comprobables, en datos duros, en informes científicos. En sentido diferente, su optimismo se apoya en arengas, voluntarismo, datos erróneos e informes falsos e incompletos. 

Por ejemplo, dice el presidente, que se encuentra confiado en que superaremos la crisis “porque el pueblo mexicano es mucha pieza para el COVID19; porque el pueblo salvara al pueblo; porque las mujeres mexicanas se encargaran de cuidar a los adultos mayores; porque la Familia mexicana es una gran fortaleza para enfrentar la pandemia”. Estas expresiones son subjetivismo puro, y están al margen de aquellas medidas de carácter científico que se están adoptando en los otros países. 

En sentido contrario al optimismo subjetivo del presidente, en nuestro País, se requiere que el gobierno asuma plenamente su responsabilidad y como primera medida, decrete la existencia de una emergencia nacional, para que como sucede en otras naciones, sé actúe en consecuencia. 

Ello implica de manera imperativa e inevitable,  el que se lleven a cabo el mayor número posible de diagnósticos para que a partir de ello, las autoridades sanitarias puedan conocer con precisión el número de contagiados para el día de hoy,  y con ello, se pueda hacer una proyección estadística de cuantos podrían ser los contagiados en México para los próximos días, semanas,  meses. Esto es indispensable para atender, con suficiencia y pertinencia a todas las personas infectadas. Esto es lo que se hizo en Corea del Sur.

Se necesita, además, que el gobierno tome la decisión de reorientar el gasto público para darle prioridad a todas las personas que resulten afectadas por el covid19. Ello debiera implicar la cancelación de aquellas obras que concentran el mayor porcentaje del gasto público. Hay que cancelar la refinería de dos bocas, el tren maya, y otras que antes han sido consideradas obras sin viabilidad financiera y sin utilidad pública verdadera. Lo anterior posibilitaría que el gobierno pudiera hacer uso de una considerable cantidad de recursos fiscales para atender con la mayor eficacia posible la emergencia de salud.

Esto es más necesario cuando el gobierno se ha quedado sin la posibilidad de ejercer todo lo presupuestado por la Cámara de Diputados,  en razón de la drástica disminución de los ingresos petroleros y la caída de la recaudación fiscal.  “Los ahorros” a los que permanentemente hace referencia López Obrador, y que en cierta medida han propiciado el estancamiento de la economía, los está utilizando de manera exclusiva en los programas clientelares. 

Por lo tanto, esta realidad obligaría al gobierno a solicitar un crédito a organismos financieros internacionales, aunque ello no se encuentre contemplado en la ley de ingresos ni en el presupuesto de egresos; habrá que  estos y otros recursos hacia el combate a la pandemia y al fortalecimiento de los apoyos médicos y hospitalarios para la población. 

Y por último,  se debe dar prioridad al apoyo a los trabajadores que se han quedado sin empleo y sin ingreso alguno para sus familias por el abrupto cierre de sus centros de trabajo. Este apoyo debería ser en dos sentidos. Se debe entregar un apoyo directo,  de cuando menos un salario mensual a los trabajadores que han quedado desempleados o aquellos que han tenido que parar actividades. Se necesita, además, aplicar una moratoria temporal en el pago de servicios como el agua, electricidad, internet, predial y pago de hipotecas a las familias que se encuentran en condición de pobreza. 

En otro sentido es indispensable el apoyo a las micro y pequeñas empresas que tendrían que despedir a sus empleados por el abrupto cierre de sus negocios. El Estado no debería apoyar a las grandes empresas, pero si a las micro y pequeñas que son las grandes impulsoras de la creación y preservación de los empleos en México. 

Sin estas medidas se agudizará la crisis de la economía y lo peor, no se podrá detener la pandemia, crecerá exponencialmente el número de infectados, y serán muchos los compatriotas que se enfermen de gravedad y pierdan la vida. 

El voluntarismo del presidente, sus arengas nacionalistas, sus amuletos, sus estampitas no servirán para nada.          

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