México es una nación multicultural, producto de la Colonia y la convivencia de personas con distintos orígenes. Comúnmente nuestro referente es la fusión indígena y española, pero poco se habla de los africanos que trajeron al país en condición de esclavos, sobre todo en los siglos XVI y XIX, de países como Gambia, Senegal, Congo, Angola y Mozambique.
Los africanos adaptaron sus costumbres, sus idiomas, sus religiones, su alimentación y su vestimenta a su nueva realidad, por lo que existe una cohesión entre las etnias africanas también.
El término afrodescendiente o afromexicano/a hace referencia a las personas nacidas en México que son descendientes de africanos. Los podemos encontrar en algunas regiones de Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Michoacán y Coahuila; aunque los últimos tienen un origen un poco distinto.
En Coahuila se refugiaron los “negros mascogos”, pues estaban huyendo de la esclavitud estadounidense de Florida durante los años 40 del siglo XIX. La gente de la tribu afirma que a través de un acuerdo con el gobierno mexicano se quedaron en el país. Actualmente hay alrededor de unas 500 personas pertenecientes a la tribu y solamente unas 250 se comunican a través de la lengua afroseminola, heredada de sus antepasados.
Por otra parte, en las costas de Guerrero, Oaxaca y Veracruz, los afromexicanos tienen origen en los esclavos traídos por mar para trabajar en la ganadería o agricultura. Aunque no tienen su propia lengua, existen palabras que tienen raíz africana, también expresiones como la música, la comida, las creencias, tienen una base africana y no lo sabemos.
Un ejemplo de ello es la Danza de los Diablos, ejecutada en Guerrero y Oaxaca: un grupo de 15 a 30 hombres con máscaras talladas en madera, que simulan ser la cara del diablo, recorren las calles en fechas importantes como el Día de Muertos, acompañados de una charrasca, la quijada de burro o caballo; la arcuza o bote, un tambor de fricción; la armónica; el violín y la guitarra.
Esta danza surgió durante la Colonia entre los esclavos africanos como una plegaria de liberación al dios africano Ruja, por eso al comenzar la danza se grita su nombre, como invocándolo. Tras el paso de los años se le agregaron elementos católicos e indígenas según la región que habitaban, de ahí las variaciones del baile.
A pesar de tener expresiones tan reconocidas nacional e internacionalmente, como La Bamba, de Veracruz, no son incluídos en la educación, la economía o la historia del país. El gran José María Morelos y Pavón era afrodescendiente, lo podemos saber mediante sus retratos: tez morena, cabello rizado, facciones burdas. Han estado presentes todo el tiempo y lo desconocemos.
Lamentablemente el desconocimiento de éste grupo ha llevado a los afromexicanos a no querer salir de su lugar de origen, pues las autoridades los confunden con personas de nacionalidad cubana, salvadoreña o haitiana debido a sus rasgos y manera de hablar. Los someten a pruebas como cantar el Himno Nacional Mexicano o preguntarles algunos datos históricos de México para acreditar su nacionalidad a pesar de que muestran sus identificaciones oficiales que demuestran que son mexicanos.
El pasado mes de agosto de 2019, tras una constante y larga lucha, se modificó el artículo 2o de la Constitución Mexicana, agregándole el apartado C: “Esta Constitución reconoce a los pueblos y comunidades afromexicanas, cualquiera que sea su autodenominación, como parte de la composición pluricultural de la Nación. Tendrán en lo conducente los derechos señalados en los apartados anteriores del presente artículo en los términos que establezcan las leyes, a fin de garantizar su libre determinación, autonomía, desarrollo e inclusión social.”
La reforma del artículo significa el reconocimiento nacional de éste grupo que ha sido olvidado y es desconocido para muchas personas. Es un gran avance, sin duda, pero es sólo el inicio de la unión de los afromexicanos a la sociedad mexicana. El presidente Andrés Manuel no sólo debe cumplir con la responsabilidad que implica recibir el bastón de mando que le otorgaron los indígenas, sino también con los afromexicanos, que cada día están más presentes gracias a su lucha.
Debemos escucharlos, conocerlos y comprenderlos para que nunca más sean excluidos o ridiculizados por su color de piel, su manera de hablar o sus costumbres. Solamente así conseguiremos la unidad nacional tan deseada por muchos.