Por Pablo Gómez-Sáenz.
Las historias de “prominentes” capos del narcotráfico se han convertido en pequeñas leyendas a través de múltiples pantallas. Esta suprema apología del criminal llama la atención de millones de miradas. Un inmenso grupo de espectadores las ven fielmente. El asesino es héroe y ejemplo a seguir, es paradigma del éxito, del poder, de virilidad. Hace y deshace sin escrúpulos. Las narcoseries han probado ser un éxito absoluto de audiencia y por lo tanto un gran negocio para productores y exhibidores de diversas nacionalidades. Junto a otra oferta de productos de ficción de toda índole, las narcoseries llevan la delantera, por lo menos en América Latina. Eso es un hecho, nos guste o no.
¿Como analizar este fenómeno?, ¿cómo evaluar esta forma de consumo cultural? El asunto tiene muchísimas aristas, muchos puntos de análisis. Empecemos por partir de una consideración general: un buen reflejo en la vida democrática de cualquier país es que tanto prensa, como propuestas culturales, artisticas y comerciales de toda naturaleza puedan ser producidas y exhibidas sin cortapisas, sin vetos.
Teatro, cine, televisión y contenidos de ficción por “streaming” deben gozar de una garantía de no censura. Ni por parte del gobierno ni de la sociedad en su conjunto. Es bajo el cobijo de la libertad de expresión que tanto casas productoras, como editoras, así como los espectadores puedan escoger qué ver, qué oir y qué leer a la hora que a cada individuo le acomode o le venga en gana. Esto es incuestionable y para mí un acierto de las nuevas tecnologías. También se aplica, por supuesto, a las redes sociales.
Una vez partiendo de esta base ya podemos acercarnos a otros terrenos de estudio y análisis: las cualidades de la historia a contar, el pefil de los personajes, la calidad de su interpretación, la trama narrativa , etc. Y partiendo de eso emitir juicios de valor y criticas.
Más adelante, en otras entregas lo veremos.
La increíble y avasallante oferta de contenidos de ficción a través del internet ha gozado de una efervescencia y salud impensable hace apenas una o dos décadas.
La variedad de aparatos receptores (pantallas de television, computadoras, iPads e incluso teléfonos) se pueden ver en las casas, en las calles y en restaurantes a toda hora.
Esta forma de consumir productos de ficción ha desdibujado ciertas barreras de clase social. Las ven todos aquellos que pertenece a un abanico cultura y educativo increiblemente amplio: sectores de case baja, media y alta.
Voviendo a las narconovelas, nadie debe apoyar ninguna iniciativa que limíte el expresarse libremente, sin embargo, en mi opinion es una lástima su éxito, sobretodo en nuestro país azotado por el crímen organizado. Ojalá vayan perdiendo terreno frente a otras historias, frente a otros relatos, frente a otros personajes.