En memoria de mi amigo Omar Feliciano, QPD.
Por Antonio Medina Trejo
Las mujeres que salieron este fin de semana a las calles de todo México no son abnegadas, como esperaría el presidente de México, están encabronadas y su llamado contundente y multitudinario es un grito fuerte de rechazo a la inoperancia de un gobierno insensible que las estigmatiza como un movimiento conservador y minimiza sus exigencias al no querer ver la gravedad que representa la violencia machista y criminal en el país.
Lo que presenciamos el domingo 8 de marzo demuestra el músculo social que significan las mujeres y que unidas son una fuerza imparable capaz de obligar al Estado mexicano a reaccionar y exigirle que deje de banalizar su lucha y se ponga a resolver la crisis de violencia en contra de ellas.
Ante la contundencia del llamado, el presidente una vez más minimizó el mensaje, se molestó porque la prensa le dio amplia cobertura a las movilizaciones, y, como le ha sucedido en varias ocasiones, ni siquiera pudo pronunciar el término “feministas”, además de que se ha mostrado incapaz de comprometerse con hechos tangibles para resolver con políticas públicas inteligentes y racionales la realidad que viven las mujeres en México.
A las marchas fueron niñas y jóvenes, mujeres maduras y ancianas, que unidas por una causa en común externaron sus vivencias en todos los estratos sociales, de todas las edades, en todas las profesiones y actividades, no sin antes denunciar que a falta de justicia, en lugar de disminuir la violencia criminal hacia ellas, ésta sigue en aumento.
Obreras, empleadas domésticas, niñas, estudiantes, barrenderas, madres solteras, campesinas, secretarias, bisexuales, desempleadas, empresarias, deportistas, indígenas, transexuales, policías, bomberas, militares, profesionistas, lesbianas, trabajadoras sexuales, enfermas, discapacitadas, sin faltar, desde luego, mujeres violadas y mujeres de diversas expresiones políticas; todas se expresaron de maneras lúdicas a favor de sus derechos y en contra del machismo criminal que le arranca la vida a 11 mujeres cada día, mientras que un centenar sufre violencia sexual en todo el país diariamente.
Consignas, pañuelos verdes y playeras moradas distinguieron las multitudinarias marchas en las calles del primer cuadro de la Ciudad de México y las principales capitales del país, en donde las mujeres ocuparon el escenario social para alzar la voz unidas, solidarias, fuertes y en contra de todas las formas de violencia machista.
El llamado, que fue genuino y no manipulado como cree el presidente López Obrador, tuvo el objetivo de que el 9 de marzo ninguna mujer se moviera con el propósito de pensarse ellas y sus circunstancias, no para descansar ni para banalizar el día de la mujer como lo ha intentado hacer el Jefe del Ejecutivo Federal que en una gira y ante decenas de personas el sábado, dio un beso a su esposa en público, para, según él, demostrar su apoyo, y después lanzar vivas por las mujeres, tal como lo hacen los payasos cuando confrontan en sus shows a hombres y mujeres con juegos binarios y machistas.
Ante la incomprensión del presidente de la República, que cree que las mujeres deben ser sólo compañeras de los hombres, las miles que marcharon este 8 de marzo exigieron de una y mil formas que el gobierno federal se comprometa de manera real y contundente a implementar políticas públicas que reviertan la violencia estructural en todos los espacios de convivencia social.
Estas manifestaciones masivas son un gran aprendizaje para los diversos movimientos sociales, pues el encabronamiento del 51 por ciento de la población que se ve vulnerado por la irracionalidad machista en todos los espacios del Estado mexicano, son un llamado de atención por el maridaje de instituciones religiosas aliadas al poder actual, que ponen en riesgo los avances a favor de las mujeres y que han sido impulsados desde el movimiento feminista en los últimos 30 años y que hoy peligran seriamente.
Sin duda, como nunca antes ha habido un gabinete con tantas mujeres, algunas de ellas con una trayectoria feminista; no obstante, las torpezas machistas del presidente anula su estatus como funcionarias públicas al imponer su visión por encima de lo que digan ellas, quienes sumisas asienten y avalan los dichos del Jefe del Ejecutivo Federal.
Es indignante el papel que están haciendo esas feministas institucionalizadas y subyugadas al machismo presidencial y que no tienen el valor ético de contradecirlo en sus acciones que van en contra del derecho de las mujeres que dicen defender desde los espacios que ocupan.
La demostración de fuerza social de las mujeres de este fin de semana deberá tener un resultado positivo. Se espera que el gobierno actual reacciones a las denuncias y las exigencias de los cientos de miles de mujeres que salieron a las calles en todo el país. Se espera, no solidaridad, sino acciones claras y contundentes que permitan la progresividad de derechos y de políticas públicas que mitiguen el impacto del flagelo de la violencia machista en todo el territorio nacional.
@antoniomedina41