Por Antonio Medina
Galeria Diversa
Todas las mañanas el presidente Andrés Manuel López Obrador dice cosas que no necesariamente son ciertas. En el éxtasis del relato mañanero en sus conferencias desde Palacio Nacional dice afirmaciones que no son ciertas y hace promesas imposibles de cumplir. Esta conducta ha sido el distintivo del discurso obradorista con el que a diario mide y hace política el presidente de México.
Ante esa narrativa demagógica que ha sido asimilada por sus subordinados y subordinadas, la respuesta que ama escuchar el Jefe del Estado mexicano es “sí señor presidente”, aunque no se tenga certeza de que sus dichos públicos, sus afirmaciones o propuestas sean realizables. El mejor ejemplo es lo que sucedió con la supuesta venta del avión presidencial, que al ser una subcontratación con una empresa de renta de aeronaves, no se puede vender. Se le explicó, no hizo caso. El avión estacionado en un hangar de Estados Unidos ha generado un gasto mayor a los 30 millones de pesos. El lujoso avión que no quiso usar para su actividad como presidente, ya está de regreso en México.
Éste y muchos ejemplos más son los que hacen pensar que al señor presidente le dan el avión y le dicen lo que quiere escuchar, lo que en ese momento le funcione clientelarmente a su endeble proyecto político, que al cabo de un año se ha sustentado en promesas no cumplidas.
Pero si sólo fueran mentirillas demagógicas que no tuvieran efecto en la vida de las personas, no trascendería el asunto y fuera una anécdota más del mal gobierno. El problema es que cuando se habla de decisiones políticas que tienen un impacto real y directo en la vida de amplios sectores de la sociedad como la economía, en el bienestar, la salud, etc; ahí es cuando sí es problema que se prometan cosas incumplibles y se generen expectativas que no serán realidad.
Un gran fracaso de la administración actual es la puesta en marcha del Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (Insabi), que sustituye al Seguro Popular luego de 16 años de existencia. La obsesión ideológica del presidente López fue no dejar rastro de esa política pública por considerarla neoliberal, sin planear ni tener una estrategia de Estado que transitara al nuevo modelo que él considera idóneo, lo que ha provocado un caos en la salud pública.
No bastó a López Obrador que le renunciaran un secretario de Hacienda y un director del IMSS para rectificar el camino y entender desde una visión de Estado que la política pública populista y demagógica es efectiva en el discurso pero no es viable en la realidad. Esos funcionarios se fueron por no haber sido escuchados y respetados en sus opiniones. Se les impuso realizar acciones inviables que requerían de planeación, estrategias inteligentes y voluntades compartidas con todos los gobiernos estatales.
Al cancelar de tajo el Seguro Popular, que para muchos expertos funcionaba bien a pesar de algunas deficiencias, la decisión del presidente Obrador, que careció de un diagnóstico, de una planeación presupuestaria y técnica, ha provocado que miles de personas que viven con enfermedades crónicas degenerativas como cáncer, leucemia, VIH o diabetes, estén al borde de la muerte.
El carácter autoritario del Jefe del Ejecutivo Federal no permite que ni su propio equipo lo critique o le haga observaciones objetivas. Él decide temas delicados sin ver ni escuchar a expertos y expertas, pues no es nuevo el desdén que siente por la ciencia, por la academia y por quienes desde sociedad civil le han sugerido, propuesto o de plano exigido que rectifique; a lo que él, con la soberbia que lo caracteriza, rechaza, descalifica o simplemente no les ve ni les escucha.
Al ver este alud de denuncias en los hospitales de todo el país por falta del servicio médico a quienes eran beneficiarios del Seguro Popular, los mismos diputados de Morena le corrigieron la plana al presidente, haciéndole saber (muy tarde) la inviabilidad de poner en marcha el Insabi, ya que faltó afinar todo el andamiaje presupuestario para facilitar la vinculación intergubernamental y pudiera llevar a cabo, además de una estrategia de comunicación que permitiera tanto al personal de salud como a pacientes conocer el nuevo esquema y los trámites administrativos para ejecutar el cambio.
El presidente Andrés Manuel López Obrador es como el tren “la bestia”: va veloz en sus carriles, se lleva todo lo que está a su paso, no ve a nadie pero sí siente sus odios, sus complejos y sus obsesiones que lo obnubilan y lo limitan para atender la razón y la lógica. Le dan el avión sus colaboradores y en algunas ocasiones se le va el avión al no concatenar la realidad con la ficción discursiva.
AMLO concibe al México actual con políticas, prácticas y métodos del pasado. No ha entendido la pluralidad democrática que le permitió ser presidente de México, y que, de tener una visión como Estadista, aceptaría propuestas e ideas desde todos los ángulos para oxigenar y revitalizar la construcción del país próspero y democrático con el que soñamos millones de mexicanas y mexicanos, y que tal parece se nos está yendo de las manos con la mal llamada Cuarta Transformación.
@antoniomedina41