¿Qué se puede esperar de una defensora de derechos humanos que no sabe que en lo que va del sexenio se han asesinado 13 periodistas en México? ¿Qué será de aquellas víctimas de los atropellos del gobierno federal si quien las defenderá obedece por lealtad a los mandatos del Jefe del Estado mexicano? ¿Qué se puede esperar de una ombudsperson que acepta tomar protesta en medio de la trampa, la sospecha y la imposición mañosa? ¿Defenderá a las víctimas o tapará los abusos de la 4T?
Éstas y muchas otras dudas surgen en torno a la violenta imposición de Rosario Piedra Ibarra por parte del grupo parlamentario de morena en el senado el pasado martes 12 de noviembre, luego de una votación en la que hubo un desaseado proceso que deja a toda vista dudas sobre el conteo de los votos emitidos por las y los legisladores, y que gracias a la presión de senadores de oposición, de una opinión pública crítica y voces de protesta de algunos sectores de sociedad civil, se repuso la votación, pero con la misma terna, donde resultó finalmente ganadora la hija de Rosario Ibarra de Piedra.
La indignación de esa propuesta radicó, entre otras cosas, porque fue impuesta por el presidente López Obrador, quien lejos de actuar como estadista y permitir la independencia de órganos autónomos y de otros poderes del Estado como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se ha comportado como un líder autoritario que está obsesionado por concentrar todo el poder del Estado, por lo que debilita o destruye las instituciones que se han construido gracias a complicados procesos democráticos en las últimas décadas.
Hoy que Andrés Manuel López Obrador está en el poder y que llevó a su movimiento al puntero electoral en las Cámaras, en muchos Congresos y que han tomado por asalto las instituciones públicas, cual cerdos orwellianos, él y sus subordinados están destruyendo irracionalmente todo resquicio de lo que llaman el viejo régimen, aún aquellas instituciones estratégicas que han sido fundamentales para el desarrollo del país, sin importarles afectar a amplios sectores de la sociedad con sus irresponsables decisiones.
En su patológica necesidad de controlar todo, el alquimista López lanza todos los días cortinas de humo para que los temas fundamentales del país como el empleo, la economía, la salud, la justicia, la educación, el bienestar, la ciencia y tecnología, el cuidado al medio ambiente y el progreso; que están en los estándares más deplorables de los últimos años, no se vean, no se discutan, y se diluyan ante la opinión pública.
Escenas como la que vimos en la toma de protesta de la señora Piedra Ibarra, donde senadores y senadoras de morena flanquean al legislador Gustavo Madero, del PAN, que exigía su derecho a expresarse, y que terminó tirado literalmente en el suelo, reflejan el estado que guarda la nación mexicana: un Poder Legislativo convulso, donde su mayoría parlamentaria coopta al débil y corrupto PRI, aniquila las voces disidentes, e impone con el resguardo de la fuerza corporal de tacles senatoriales, a una servil señora que no sabía ni cómo juramentar.
Este momento mexicano, donde los fuegos fatuos deslumbran a las masas, es el triste relato del comienzo de una nueva era que causa estupefacción al ver la vulgar réplica del viejo régimen.
Aparentemente, el morenismo logró quitar al priismo, pero en esencia, el cambio no está sacudiendo los usos y costumbres antidemocráticos que heredamos del viejo régimen, pues el presidente y la supuesta 4ª Transformación, usufructúan el poder junto a todos los desechos políticos de los partidos que se han sumado al tlatoani López.
Hoy la realidad es que el gobierno mexicano está rebasado en sus capacidades para resolver los grandes problemas del país. No se ve por ningún lado la inteligencia política de un demócrata. Tampoco se ven los remedios para los cánceres del viejo régimen. De hecho, actores políticos del priismo son protegidos del actual régimen, como Manuel Bartlett y otros priistas en activo y retirados.
Un elemento más que ha salido a relucir con el nuevo gobierno, que está por cumplir un año, es el carácter conservador del presidente de la República quien usa la fe clientelarmente y les da concesiones y espacios de poder político a quienes, en sus pensamientos, y ahora en sus acciones, van en contra de los avances en políticas públicas de educación, salud, justicia y derechos humanos.
Ya hay impugnaciones sobre el proceso irregular cometido por la mayoría morenista en el senado. La señora Rosario Piedra Ibarra, deberá enfrentar con temple la crítica, los cuestionamientos y si no es destituida por las impugnaciones que ya están en curso para que se reponga el proceso, deberá demostrar su compromiso con el pueblo y no con el señor López Obrador.
@antoniomedina41