loader image
viernes, noviembre 22, 2024

Adoctrinamiento de fe que viola Estado laico

-

Header

No ha habido presidente de la República desde el siglo pasado y lo que va del actual que haya ido tan lejos en la violación del Estado laico como lo está haciendo Andrés Manuel López Obrador. Ni siquiera los dos presidentes panistas o los priistas de los últimos sexenios violaron con tal contundencia los artículos 24, 27 y 130 de nuestra Constitución que sustentan la separación entre las iglesias y el Estado mexicano. 

Los que en su campaña -de 18 años- fueron meros coqueteos semánticos con la derecha y extrema derecha, hoy dejan de serlo y se materializan en acciones abiertas y contundentes de López Obrador que favorecen a grupos religiosos al otorgarles poder en espacios de decisión política, en particular a grupos cristianos y evangélicos, lo que les está permitiendo imponer sus agendas ultraconservadoras, que parecerían inocentes, pero no vacilan en su propósito fundamental: evangelizar clientelarmente a sectores beneficiados de los programas sociales para garantizar más electores a favor del actual régimen en futuras contiendas electorales. 

Los acercamientos con la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas y Evangélicas (Confraternice) en Palacio Nacional siempre tienen un resultado positivo e inmediato para sus miembros. Esas iglesias no han tenido que esperar la respuesta del presidente para sus audiencias como sí sucede con maestros, campesinos, científicos, presidentes municipales, mujeres, activistas y otros sectores que hasta el momento lo que han recibido como respuesta en las puertas de Palacio Nacional es el desprecio, la ofensa y la estigmatización de quien hoy ocupa la silla presidencial en México. 

Desde inicios de su mandato, el presidente les encomendó a los líderes religiosos repartir a través de sus feligreses la Cartilla Moral que editó la Presidencia de la República; luego de una visita con pastores evangélicos en febrero, se les otorgaron dos concesiones de radio difusión en el estado de Yucatán y al momento hay 17 solicitudes que van viento en popa. 

Y la última es que las iglesias evangélicas asociadas a Confraternice darán adoctrinamiento en valores cristianos a más de siete mil jóvenes beneficiarios del programa “Jóvenes construyendo el futuro”,  quienes durante una hora diaria deberán leer el Evangelio de Jesucristo, esto de acuerdo a un mensaje triunfalista del líder de esa organización, Arturo Fabela, quien sin ningún pudor dio la “buena noticia”.

Muchos otras acciones del presidente se suman a ese acoso constante al Estado laico, como integrar a pastores en su gobierno y regalarles escaños legislativos al Partido Encuentro Social para que desde ahí impongan su ideología de odio en contra de las mujeres, la diversidad sexual y todo aquel sector que defienda el libre albedrío. 

Esa estrategia ha permitido un empoderamientos singular de la feligresía evangélica y cristiana que intimida y violenta a legisladores y legisladoras que defienden el derecho de las mujeres a decidir por sus propios cuerpos y que están de acuerdo en que las parejas del mismo sexo accedan al matrimonio igualitarios y otros derechos. 

Lo sorprendente en esta delirante realidad de todos los días en un gobierno que se suponía de izquierda, juarista y defensor del Estado laico, es que desde el púlpito mediático de las mañaneras el presidente aderezada la discusión pública todos los días con citas bíblicas y un discurso moralista que causa estupefacción a los sectores liberales por la tan abierta violación al Estado laico, que les ha dejado inmóviles. 

Las escasas voces críticas, con una visión laica, democrática y defensoras de la República, no han sido lo suficientemente contundentes ante las acciones del presidente que le han permitido seguir con su cruzada religiosa-clientelar sin ningún reparo y con todo el presupuesto necesario para accionar sus compromisos con los grupos de extrema derecha en México.  

Ante la estupefacción el presidente ha sido revanchista y hasta ofensivo cuando alguien alza la voz. Sus dichos aplastan la disidencia. La estigmatizan. La aniquilan. Recurre a la retórica demagógica del “pueblo bueno” y tergiversa cualquier análisis, y claro, en el contexto actual de miedo, violencia extrema, inseguridad y falta de políticas públicas inteligentes y eficaces, el discurso mesiánico sana y es una suerte de antídoto para las masas enajenadas. 

De no detener la erosión del Estado laico por parte de López Obrador, cada vez más veremos a clérigos y ministros de fe haciendo política pública y predicando la ideología del odio en medios del Estado mexicano en contra de todos aquellos sectores que han luchado por el respeto de los derechos humanos. 

No es difícil visualizar cambios en la Constitución para que pronto la “inocente” propuesta de evangelizar a jóvenes de programas sociales se institucionalice en la educación pública o que la propuesta de los grupos pare de sufrir insertados en los congresos logren imponer la objeción de conciencia en el ámbito de la salud y de la justicia, como ya ha sido propuesto por legisladores y legisladoras de morena y el PES en algunos estados.  

La defensa de la laicidad de Estado ha sido por más de 150 años uno de los pilares de la imperfecta democracia mexicana. Debilitar o destruirlo representa un retroceso catastrófico. Es perder libertades ganadas que garantizan el libre albedrío y la coexistencia de las diferencias en el marco de respeto y garantía de derechos que permite un Estado laico y democrático. 

El debilitamiento del Estado laico permitirá volver al oscurantismo religioso y a la barbarie antidemocrática del sometimiento de las ideas a preceptos religiosos inamovibles, antes que al ejercicio irrestricto de la ley, la justicia, la libertad, el respeto y los derechos.  

@antoniomedina41

- Publicidad -