Por Arturo Prida Romero
Presidente del IX Consejo Nacional
Como ya es una tradición en el gobierno federal, el primer mandatario vuelve a confundir una respuesta gubernamental sensata con una ocurrencia. Lo que debió ser una lista de acciones que encaminen a la población hacía una paulatina reincorporación a los centros de trabajo y esparcimiento, es hoy en día, una bíblica tabla de mandamientos y buenos deseos.
El decálogo para la nueva normalidad, en sí, no es algo malo, puesto que muchos de sus puntos, como la no discriminación, la permanente activación física y una vida libre de estrés, son ideales, objetivos retomados de instrumentos internacionales emitidos con antelación a la pandemia.
Lo que, sin duda, lo convierte en algo demencial, es que éste sea, para el gobierno, la guía que llevará a la sociedad mexicana a un adecuado retorno a la vida ordinaria. Es decir, desear la felicidad no puede interpretarse como un mal, pero, como mandatario y responsable de la salubridad pública, que salgas a la calle a enfrentar la pandemia armado con una sonrisa, eso por lo menos, puede llamarse irresponsabilidad.
Este decálogo es una gran muestra de lo que es la presidencia de la República, la cual enarbola un discurso carente de algún respaldo científico y técnico, además de pasársela acusando a sus críticos sin argumentos comprobables y de contradecirse una y otra vez. El mejor ejemplo de ello, es el cambio abrupto de la propuesta de crecimiento del PIB al 4%, la cual fue sustituida por una propuesta que mide la felicidad y el bienestar, minimizando el crecimiento económico.
Parece ser que, en esta lógica, ante una derrota inevitable del sector salud, decidieron dejar de medir las muertes y los contagios, sustituyéndolos por una evaluación de que tan felices mueren las personas, sobre todo cuando, el anuncio del mandatario llega un día después de que el país reportara un pico de 5,000 nuevos casos de coronavirus en un solo día.
Existen muchos puntos débiles y criticables en el decálogo, puesto que, por ejemplo, el punto número 1. Mantengámonos siempre informados de las disposiciones sanitarias; y ¿A quien le debemos de hacer caso? Ya que en las conferencias matutinas dicen una cosa y en las vespertinas otra. Además de que cada día pierden más credibilidad, ya que, las cifras no cuadran, bajan el color del semáforo en el día que más muertes se presentaron o simplemente, por vigésima semana consecutiva, anuncian a esa misma semana como el mayor punto de contagio y muerte, convierte a este punto en una falacia informativa y/o infodemia.
En cuanto al número 2. Actuemos con optimismo. El buen estado de ánimo ayuda a enfrentar mejor las adversidades; y en donde literalmente establece que quejarse y criticar al gobierno es dañino para la salud, que lo mejor, es pensar positivo y sonreír, que no es bueno estresarse por la violencia, la pobreza y las malas decisiones, que lo mejor es, no pensar en ello; es una máxima que el gobierno toma muy en serio, puesto que, para ellos, todo va de maravilla en México.
Para el punto 3. Demos la espalda al egoísmo y al individualismo y seamos solidarios y humanos; en resumen, mandata a que se trabaje en equipo ¿Olvidaron que hace una semana, dieron un ultimátum a toda la sociedad del país, indicando que estas con ellos o contra ellos? Atacando a la democracia misma y tratando de imponer su realidad sin consenso ni acuerdo.
Otro ejemplo de la contradicción es el punto 6. Defendamos el derecho a gozar del cielo, del sol, del aire puro, de la flora y la fauna y de toda la naturaleza; cuando desde presidencia se planeó y ejecutó la eliminación de las energías renovables y la potencialización de las energías fósiles y se están ejecutando dos ecocidios en el sureste mexicano con la construcción del Tren Maya y la refinería en Dos Bocas.
El colmo de los colmos, se encuentra en el número 7. Alimentémonos bien; optemos por lo natural, lo fresco y nutritivo; cuando la realidad del país es que millones de personas perdieron sus empleos y el confinamiento limita drásticamente la capacidad económica de los que menos tienen, mientras que, por decisión de Palacio Nacional, no se ha implementado el ingreso mínimo vital, que ayudaría en momentos de crisis y escases.
El numeral 9. Eliminemos las actitudes racistas, clasistas, sexistas y discriminatorias en general; es algo que hasta risa da, por su ironía. ¿Quién fomentó la discriminación, el odio y la guerra de clases más que el mismo presidente? ¿Acaso el promotor de la discriminación llamando a una parte de la sociedad fifís, ya olvido su responsabilidad?
Para concluir, no queda más que reconocer que algunos de los principios enarbolados en el decálogo son dignos de una clase de ética (que buena falta hacen) o un sermón desde el pulpito parroquial y que, sin lugar a dudas, si este gobierno fuera fiel a ellos, otra cosa sería México. Pero la realidad es que las acciones dicen más que mil palabras, ya nadie les creé, ya perdieron la confianza de los mexicanos.
Sus 10 frases huecas, no son las acciones de gobierno y ni las políticas públicas que este país necesita para salir adelante de la crisis de salud, económica y social que vive México.